domingo, agosto 21, 2005

Domingo 21 de agosto del 2005 (parece del 2004...y, quizás, hasta del 2001...)


Hay invitados que uno carga a todas partes....

Esta semana ha sido intensa: En trabajo, en actividades etílicas y culturales, en encuentros y ganas de no encontrar...

Tanto, que ayer me harté de la mayoría de los otros que -como yo- caminan en 2 pies, tienen 2 ojos y una boca, y decidí exiliarme en mi departamento juntos con algunos compañeros fortuitos: Doris Day, Cary Grant, Reneé Zellwegger, Ewan MacGregor, Arturo Pérez Reverte, Carlos Ruíz Zafón y Louis Amstrong -quién, a base de notas lánguidas e insistentes, nos animó a invitar a Miles Davis a la velada-...

El día de hoy me desperté y decidí que el exilio había terminado. Puesto estaba para ello, pero me dí cuenta que uno de los invitados se había quedado a dormir en la sala.

Lo ví mientras me preparaba el desayuno, pero no le hice mucho caso. Pensé que, al ver el trajín en el que ya me había montado, tendría el buen gusto de mantener un low profile y esperar a que me fuera.


...No fue así. Me preparé un té (manzana y canela) y, al querer salir al balcón, ahí seguía: Instalado en la mesa de centro de la sala -Paco...- Le dije -Ayer estuviste muy callado- Reproché -¿Cómo es que ahora, que amanecí tan de buen humor, me vienes con impertinencias?-

Finalmente me convenció: Encendí el modular y puse el CD que contiene el "Soundtrack" de Sobreviriré (una película española) y la música de Paco... Paquito... Paco Ortega, empezó a inundar suavemente los rincones del departamento -y de mi ánimo- llenándolos de nostalgias.

Las notas de la guitarra flamenca se movían (No, se colaban) por la estancia y me seguían y perseguían hasta el balcón donde tomaba mi té, rodeándome y continuando su camino, hasta colgarse de las nubes bajas y oscuras que han caracterizado a estas malditas mañanas de verano que han tomado como hábito el parecerse a las tardes de septiembre...

Hay música que te mueve y música que te lleva... pero también hay la que te regresa:


Pensé, a la vez, en palmeras y cumbres nevadas, edificios moriscos y chiringuitos de playa, procesiones religiosas y noches de marcha, islas diminutas y plazas imponentes... y también pensé en nosotros: Los que ya no estamos y, de repente, ya ni siquiera somos...